ANIȘOARA-VIOLETA CÎRA: LA SINFONÍA DE LOS RECUERDOS
[Guillermo Eduardo Pilía, Como hierba en la sombra/ Ca iarba la umbră, Treinta poemas/ Treizeci de poeme (1990 – 2021), edición bilingüe, español – rumano, traducción y presentación: Eugen Dorcescu, Ediciones Eurostampa, Timișoara, 2023, 94 p.]
Un día de primavera gris, húmedo, tardío y brumoso. Rodeada de libros, como siempre, me llama la atención el volumen de poemas del catedrático universitario de lenguas clásicas y teoría literaria, célebre poeta, prosista y ensayista argentino Guillermo Eduardo Pilía. Tomé posesión del libro COMO HIERBA EN LA SOMBRA/ CA IARBA LA UMBRĂ gracias a la gentileza del poeta Eugen Dorcescu, con motivo de mi cumpleaños.
Los treinta poemas incluidos en esta antología fueron elegidos por el propio autor. A través de la IV portada, conocemos que Guillermo Eduardo Pilía es Presidente de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid, ilustre ciudadano de la ciudad de La Plata, reputado Maestro de una gran universidad – la de La Plata, Argentina.
Las letras de su reinado, de gran valor, en cuanto al trasfondo, al mensaje y, al mismo tiempo, de formidable fuerza expresiva, reclaman, para ser descifradas, un avance crítico cuidadoso, profesional, empático, apuntando a la estructura intimista de una densa y grave textura poética. Antes de analizar, diseccionando las juntas horizontales del fraseo, nos llama la atención la cubierta gris azulada, que representa un cielo desnudo azul grisáceo saltando sobre la tierra desértica. La imagen reproduce una fotografía tomada por el poeta argentino y resuena, por así decirlo, en el ambiente distendido de la lectura de un poema al que volveremos: „Hay sobre la madrugada un vidrio opaco” (Niebla).
En el alma del lector, por un instante, se proyecta el amanecer de un día morboso, en un mundo incierto, lleno de extrañas emociones y reminiscencias, las mismas que rondan el alma del poeta, encerradas en una única y pura creación.
Los poemas de esta antología fueron escritos entre 1990 y 2021. Un discurso lírico cargado de imágenes plásticas y melódicas, atrapado en un juego de correlaciones, entre luces y sombras, entre infancia y madurez, entre vida y muerte, todo ello resaltando la fuerza evocadora de el yo poético.
Hemos sometido a un breve análisis algunos poemas, considerados por nosotros emblemáticos, representativos, dada su densidad reflexivo-imaginativa, dados el impulso lírico y el logro estilístico-prosódico. Primero, como os anticipé, la Niebla.
El poema parece dar voz a la creencia del yo lírico de que hay vida después de la muerte. Nos envía a pensar en aquellos que han ido a Casa, cuya alma, durante cuarenta días, todavía camina por el mundo aquí, vagando, entre el cielo y la tierra, los lugares que ha visitado durante su vida.
La presencia de „niebla” acompaña la imagen mental de un movimiento inseguro:
„Hay sobre la madrugada un vidrio opaco:
caminamos a tientas, en lo ambiguo
entre la tierra y el cielo: así creemos
que caminan también nuestros difuntos”.
De ahí el vertiginoso camino y el espacio ilimitado de lo desconocido. Para penetrar en la estructura íntima de la densa textura poética sería necesario un análisis de las conexiones léxicas. Así, la metáfora „Hay sobre la madrugada un vidrio opaco” consta de un sustantivo + atributo adjetival, siendo el adjetivo un elemento decorativo, que ayuda a comprender el discurso lírico.
Siguiendo la línea de los versos, nos encontramos con otra metáfora:
„Quizás se esparcirá también la niebla
sobre campos y canales, contra el muro
verdinoso de la infancia”,
compuesta por sustantivo + atributo genitivo.
El poeta da rienda suelta a su imaginación:
„Es este humo de Dios como una llaga
que se percibe apenas con dolor: la pupila turbia
del milagro evangélico, quizás
un ojo lisiado de la mañana y de la vida”.
El conjunto de metáforas gira en torno al „milagro evangélico”. La „pupila turbia” y el „ojo lisiado” son estructuras que definen la idea de dolor provocado por la herida. „La niebla”, „el muro”, „el humo”, tantos elementos a los cuales se anclan las ideas poéticas.
Amor más misterioso que los muertos.
El poema fue escrito en el año 2000. He aquí una primera secuencia:
„Creíamos olvidado el olor
de la vieja casa, cuando de pronto,
al abrir una puerta de madera,
volvieron las noches de verano y el acoso
de los mosquitos,
las fiestas, sus vísperas y el misterioso
resucitar de nuestros muertos”.
El imperfecto de indicativo expresa una acción pasada, con aspecto duradero, pero cuyo final no está claramente marcado. El imperfecto evocativo presenta una función dinámico-evocativa, que proyecta una experiencia en una duración indefinida y establece una perspectiva subjetiva del impulso lírico.
El yo poético no está del todo convencido, alcanza su punto óptimo cuando los años pasan implacablemente, dejando atrás solo recuerdos anhelantes. El dulce sabor de la infancia, su delicada felicidad son como un amor más misterioso que la resurrección de los muertos.
„El olor de la vieja casa”, con su „puerta de madera”, trae las fiestas de antaño a la corriente de la memoria. Un poema épico, testigo activo del devenir de la vida, de la partida de los seres queridos, esperando el reencuentro en la resurrección de los muertos, cuando todo está envuelto en misterio:
„Solían los años añejar
también estos recuerdos, solían traer
otras noches de verano superpuestas,
otras fiestas, otras vísperas, otro amor
más misterioso que los muertos.
Hasta que en un instante retornaba
el olor de la infancia y su enfermiza alegría”.
El poeta introduce una rima: acoso-misterioso, así como una asonancia: mosquitos-muertos. Queriendo lograr una amplia eufonía recurrió a la aliteración: acoso /de los mosquitos,/ las fiestas, sus vísperas y el misterioso/resucitar de nuestros muertos. Los procedimientos estilístico-prosódicos nacieron de este sentimiento de melancolía, identificado con la aspiración a encontrar el sabor de la infancia. En estas líneas se puede detectar la simetría armoniosa entre las imágenes del mundo exterior: la puerta de madera, las fiestas, la casa vieja y la vida interior: „Hasta que en un instante retornaba
el olor de la infancia y su enfermiza alegría”.
El poeta y el traductor son innovadores, son creadores de imágenes equivalentes (pero independientes) en las dos lenguas romances: español y rumano. Para Eugen Dorcescu, la traducción es una pasión, un enigma a la vez, que desentraña con talento y erudición.
La fantástica sinfonía de los recuerdos se despliega, además, a lo largo de los treinta poemas. Por ejemplo, en Sin registro, el recuerdo de los topónimos Santa Cruz, Estación Pan Bendito, los ceibales de Urión, lugares aún vivos en el alma del autor, dan al poema intensidades nostálgicas. El poeta recurre constante y fructíferamente a tales procedimientos mnemotécnicos (ver Etapas imprevistas, Un tren que se aleja en la bruma, Fue en Granada, por mayo).
Me he quedado sin voz es otro poema memorable, desprendido del „baile solar de la existencia”, en el que el discurso poético, de carácter erótico, viste las vestiduras de los recuerdos. El yo lírico ya no encuentra sus palabras, ya estas no existen, pero tampoco el poder de narrar. Sólo queda el dolor causado por el fuerte viento que deja al „moribundo en la luz” una herida. Este dolor se puede comparar con el filo de un cuchillo. Se percibe un reflejo en el exterior de algún torbellino interior, provocado por
„otro viento mayor,
otros gestos más libres de ataduras
en el baile solar de la existencia.
Qué mezquino balbuceo esgrimía
para decir el gozo del perfume
que atravesaba el aire matutino…
Me he quedado sin voz para contar
cuando estuve por tanto viento herido,
moribundo de luz”.
Sobre la luz, último lexema del último verso del poema, se construye el mensaje mismo, en su totalidad.
También es interesante el pensamiento metapoético en Lo que odio y amo, texto en el que el poeta se da cuenta (y confiesa) del poder absoluto de la poesía:
„Tal vez ya es el momento de iniciar
una lista de palabras sin fin:
que esa nómina sea toda mi herencia.
—No dejar obras, no dejar siquiera
un libro; que no queden ni libretas
con líneas inconclusas y con blancos—.
Una lista de voces que agotara
los años de conciencia que me restan
en el sencillo gozo de escribir,
de repetir con mi letra y mi tono:
en la simple alegría de nombrar
—aunque sea una vez— lo que odio y amo”
Un poema conmovedor, de gran vibración lírica y existencial, es Una flor que lenta morirá. Parece casi imposible que el lector no haya pasado (al menos una vez) por una experiencia similar. El hospital, el enfermo, el vaso de agua a medio beber, las drogas, las infusiones, las pulseras, los anillos inútiles, los papeles, un médico y una flor que muere lentamente, „como imagen en espejo, o Tu rostro, Dios mio”. El carácter dramático de los hechos relatados a través de este discurso lírico determina esa sarta de términos, destinados a sugerir el agotamiento de la fuerza vital, la inminencia de la muerte.
Guillermo Eduardo Pilía escribe sus poemas con fragmentos de la vida real. Su genio artístico opera en el reino de las virtualidades del lenguaje, puesto en marcha con el objetivo de sensibilizar al lector, creando una impresión única, revelando, bajo la apariencia, el misterio impenetrable, las profundidades del mundo y de la vida.
Una obra de tal complejidad y alcance encontró en el poeta Eugen Dorcescu al intérprete ideal. Buen conocedor de la lengua base (español), creador de reconocido prestigio en la lengua meta (rumano), Eugen Dorcescu nos ofrece el perfecto equivalente semántico-estilístico (nos atrevemos a decir) del texto original, sin que el texto traducido carezca de independencia artística. . En esta feliz ambigüedad reside, creemos, la excelencia de su actuación. Dos grandes poetas, dos discursos líricos, con personalidades distintas, pero juntos, en una noble fraternidad, custodiada, como afirma Eugen Dorcescu, por la Gran Diosa: la Poesis.


