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EUGEN DORCESCU, HIC SUNT LEONES

EUGEN DORCESCU: HIC SUNT LEONES
La historia comenzó en noviembre de 2007.

Aquí están mis notas de Adam (Adán), el segundo volumen de mi Diario, publicado en dos volúmenes por la Editorial Mirton en Timișoara, en 2020 (el primer volumen se llama El ángel de las profundidades):
„Sábado, 3 de noviembre de 2007, 11:30 a.m.
Recibí un correo electrónico de Ciprian Valcan, con la invitación a participar en un encuentro con poetas españoles «importantes», el día 27 de noviembre a las 18 horas, en la Librería «Joc secund», [titulo de un volumen de poemas del gran poeta rumano Ion Barbu («Segundo juego»)], invitación acompañada de la solicitud de enviarle cinco poemas, para traducirlos al español. Le envié un grupo de diez, pidiéndole que eligiera cinco, con la condición de que uno fuera Adán y, al mismo tiempo, conservara la dedicatoria «To the happy few».
Martes, 27 de noviembre de 2007 a las 22:25 horas.
Maravilloso encuentro (esa es la palabra: maravilloso, refiriéndose a lo que llamamos excelencia) en el «Joc secund». Tres poetas españoles –dos hombres y una mujer: Rosa Lentini, de Tarragona; Jesús Hilario Tundidor, de Madrid; y Coriolano González Montañez, de Tenerife. Tuve éxito. Realmente un gran éxito. Al final uno de los españoles, el mayor (Tundidor), me dijo que yo era «muy inteligente», me pidió mi dirección, se la di, intercambiamos correos electrónicos. Sólo leo a Adán. Pero hablé y lo que dije agradó mucho a todos. Definí brevemente a Robert y Bodnaru, que tenía gripe, dije también una palabra sobre mí (todos también), subrayé algunas de las ideas que había evocado la señora Rosa Lentini. Robert me llamó «clásico». Dije que él ilustra una poética de la contingencia, yo una poética de la trascendencia, y Butnaru una poética de la poesía misma. Y hablamos de relaciones fraternales (entre)escritores, lo que, nuevamente, llamó la atención. También estuvo presente el director del Instituto Cervantes, Joaquín Garrigós (que sabe rumano.
*
Conversé en francés con los españoles y, después del encuentro, tomando un café, especialmente con la señora Rosa Lentini, quien domina este idioma. La señora Lentini me preguntó si tenía algún poema traducido al francés. «Sí», respondí, «y traducido y escrito directamente en este idioma». «Entonces, le pediría que me enviara algunos”. Y me entregó una tarjeta de presentación. Prometí enviarle varios poemas en los próximos días. También charlé, en francés, con el tercer invitado, el poeta canario Coriolano González Montañez. Él me miraba con sus ojos profundos y melancólicos, tratando de entenderme, como yo intentaba entenderlo a él. «Podríamos ser amigos», pensé. «Si no tuviera su casa tan lejos». Les regalé un libro a los tres españoles, al director (también español) y a los tres traductores (dos alumnos y su profesora, la señora Ilinca Ilian, que me dijo, varias veces, lo feliz que está de conocerme). Finalmente, le ofrecí una copia a Marian Oprea, que estaba modestamente sentado a un lado, y quien me felicitó por mi forma de hablar. La reunión duró mucho tiempo, casi tres horas. Regresamos con el trolebús 19, en el que teníamos como compañero al simpático Ciprián Valcan”.
*
Fue una tarde providencial. Uno de los acontecimientos más importantes de toda mi vida como escritor. Quizás en otra ocasión encuentre el respiro necesario para relatar extensamente su espejismo y sus consecuencias. Por ahora, voy a repasar lo anecdótico, los detalles de la construcción de algunas amistades literario-espirituales ejemplares. Recuerdo lo esencial.
En 2010, Coriolano González Montañez, maestro y destacado representante de la literatura española en Canarias, tradujo al castellano mi libro de poemas drumul spre tenerife/ el camino hacia tenerife, publicado por Idea Ediciones, Santa Cruz de Tenerife – Las Palmas de Gran Canaria, un libro que llamó instantáneamente la atención de Andrés Sánchez Robayna, célebre poeta, ensayista y profesor de la Universidad de La Laguna, Tenerife. Luego, en 2012, apareció en Ediciones Igitur, en Montblanc (Tarragona), España, mi volumen Poemele Bătrânului/ Poemas del Viejo, traducido por Rosa Lentini, con prólogo de Andrés Sánchez Robayna. El volumen tuvo una acogida muy favorable en España, uno de los comentaristas siendo el propio Jaime Siles, brillante poeta, ensayista y profesor de la Universidad de Valencia. A continuación, Coriolano González Montañez, que, mientras tanto, había aprendido rumano, tradujo y prologó Elegiile de la Bad Hofgastein/ Las Elegías de Bad Hofgastein, publicadas en Rumania, en 2013, en la Editorial Mirton de Timișoara. Y también Coriolano González Montañez editó, junto a Mirela-Ioana Dorcescu, la antología, edición crítica, Eugen Dorcescu, Elegías Rumanas, Arscesis Ediciones, La Muela, Zaragoza, España, 2020. El 21 de marzo de 2023, la Academia Hispanoamericana de „Buenas Letras” de Madrid me concedió el título de Académico Correspondiente, a propuesta de Jaime Siles. El Presidente de esta alta Institución es Guillermo Eduardo Pilía, ilustre escritor y docente universitario de la Universidad de La Plata, Argentina. Finalmente, puedo registrar una aparición muy reciente: EUGEN DORCESCU, CÁNTICOS DE VIAJE/ CÂNTECE DE CĂLĂTORIE, Ediciones Hespérides para CUADERNOS DE CASA BERMEJA, La Plata, Argentina – 2023. Traducción del rumano al español de CORIOLANO GONZÁLEZ MONTAÑEZ. Presentación: GUILLERMO EDUARDO PILÍA.
*
Conozco bastante bien la obra de estos grandes escritores y maestros de la expresión española (por cierto, políglotas, algunos -Jaime Siles y Guillermo Eduardo Pilía- expertos incluso en griego antiguo y latín), como para atreverme a hacer un breve encuadre estético de cada uno, según a mi sistema analítico e interpretativo. Sin embargo, para un acercamiento separado y, al mismo tiempo, integrador de los cuatro escritores españoles contemporáneos, he elegido, de cada uno, un libro de poesía traducido al rumano:
– Andrés Sánchez Robayna, Marea cea mare/ Por el gran mar, poesía, edición bilingüe rumano – español, traducción, prefacio, ficha biobibliográfica, opiniones de Mirela-Ioana Dorcescu, Editorial Mirton, Timișoara, 2018, 84 p. (Premio Especial de la Unión de Escritores Rumanos, sucursal de Timisoara, 2019);
– Coriolano González Montañez, Tatăl/ Padre, poesía, edición bilingüe rumano-español, traducción, prefacio, reseña crítica de Mirela-Ioana Dorcescu, Editorial Eurostampa, Timișoara, 2021, 96 p.;
*
– Jaime Siles, Meránides frigianul/ Meránides el frigio. Poemas – Poems, edición bilingüe español-rumano, traducción y presentación: Eugen Dorcescu, Editorial Eurostampa, Timișoara, 2023, 96 p.;
– Guillermo Eduardo Pilía, Ca iarba la umbră/ Como hierba en la sombra, Treinta poemas/ Treizeci de poemas (1990-2021), edición bilingüe español-rumano, traducción y presentación: Eugen Dorcescu, Editorial Eurostampa, Timișoara, 2023, 94p.
Y, a continuación, un texto poético decisivo, resumido, emblemático de estos volúmenes:

Andrés Sánchez Robayna:
XX

Vuelvo a verte en el sueño, a hablar contigo,
me llamas con palabras que sonríen,
a unos pasos la noche se disuelve,
ahí afuera, en la grava sigilosa,
y renace el jardín con el rocío.
Mira, el manzano ha dado nuevo fruto,
el mar reposa abajo y se consagra
a las nubes que cruzan, las aguas centellean
en este nuevo vuelo de la reminiscencia.

Te vas y estás presente, y otra vez
llevas tu mano suave hasta los mangos,
toco contigo el fruto, es como si los árboles
buscasen ese tacto, como si,
apacible, la piel del mundo ansiara
ofrecerte su entraña, y el deseo
de su pulpa entregarse a ti, tan viva
como lo más viviente, sin asomo
de finitud, presencia ardiente, pura.

Regresas a mis ojos, a mis manos,
el sueño se entreabre a la presencia,
nada se ha roto, voy hasta tus ojos
que me contienen, mientras la cadena
del ser vuelve a enlazarme a ti sin término,
las olas allá abajo recomienzan
sin fin también, de nuevo rompe el alba,
todo se abre una vez más, resuena
la grava, el sol revive, el cielo gira.

 

Coriolano González Montañez:
La piedra del valle

Padre, he vuelto al valle donde te esparcimos
hace ya una semana.
He vuelto solo
y allí estaban, esperándome, inmóviles,
los trazos de tus cenizas blancas.
No las grises que dibujaron
tirabuzones en la tarde,
sino las blancas,
aquellas que no eran cenizas
sino restos triturados de tus huesos,
aquellas que caían
y no se fundían con el viento.
Pasé mi mano por las diminutas esquirlas
de tu cráneo o de tu fémur
o del tórax que albergara tu corazón.
Cogí los pequeños restos de ti
y traté de desmenuzarlos
con mis dedos,
de retornarlos a la tierra.
Pero abandoné la tarea
por inútil y carente de sentido.
Con las manos y los pies
traté de confundirlos con el polvo,
pero siempre emergía el tono marfil
que se extendía hasta las retamas.
Entonces me senté en la piedra, padre.
Y contemplé el volcán mientras miraba
el lugar de las cenizas.
Recordé cómo mamá cogió tu urna
y quiso esparcirte de una sola vez al viento,
cómo el recipiente se le escapó de las manos
y casi le golpeó la cabeza,
cómo lo cogí al vuelo
mientras mucho de ti se depositó
ahí donde ahora miraba.
Luego continué arrojándote
con rabia y desespero.

Pero todo es inútil, padre.
Sigues aquí y ni siquiera el viento
que ahora sopla en el valle
logra dispersarte.
Te quedarás para siempre,
tiñendo el tono de la tierra de los ancestros.
Bastará con remover la superficie
y aparecerás.

O quizá te lleven
o te confundas o te pierdas
cuando lleguen las lluvias y las nieves.
O quizá no.

Pero yo volveré y me sentaré
otra vez en la piedra
para hablarme o hablarte.
Que es lo mismo.
Para buscar restos de tus huesos
y deshacerlos en mis dedos
y darme cuenta
de que jamás te irás.

*
Jaime Siles:
Meránides el frigio

Meránides el frigio
miraba el brillo de los caballos tracios
perlados por el metálico rocío de la sal.
La luz del mediodía coronaba sus crines
y el curso de sus venas tatuaba sus patas.
Parecían estatuas de bronce
y Meránides el frigio los miraba
como si en ellos no hubiera ya nada animal.
Por un momento pensó que no eran animales
ni estatuas de bronce sino dioses
y sintió su galope y vio cómo sus cascos
golpeaban el suelo, y una nube de polvo
nublaba su visión.
Supo que habían ascendido hacia el cielo
y que eran transparentes y azules como el aire,
y que nunca ya nadie los vería
como él, a la luz de aquel eterno mediodía,
fundidos en la luz y el aire para siempre, los vio.
La vida está hecha de instantes
como el de Meránides el frigio,
en los que los dioses nos revelan,
más que la belleza, el carácter fugaz de su visión.
Saber que las imágenes existen
ocultas en los pliegues de las cosas
y que sus símbolos traducen,
unas veces, la luz y, otras, la oscuridad.
Y que nosotros vivimos siempre
del lado de la sombra y que lo que nos llega
son los restos, los flecos, los despojos
que nos arroja, a modo de limosna,
la bondad o el descuido de algún dios.
Eso es lo único propio que poseemos:
aquello que los dioses, en su olvido calmo,
nos han querido dar.
Veamos, pues, las cosas
como vio sus caballos Meránides el frigio
y ascendamos como ellos: estatuas de bronce
fundidas para siempre en un aire sin tiempo
transparente y azul.

 

Guillermo Eduardo Pilía:
Los maestros

Ocho horas diarias de estudio: era el tiempo
que me recomendaban los maestros, en mis años
de estudiante de griego y latín. Cuántas
mañanas, cuántas noches, cuántas tardes
de sol o de lluvia sobre Píndaro y Virgilio…
Tanta seca gramática para escribir
estas tres palabras, maestros, algunos versos
medianamente venturosos… Qué tristes meses
aguardando un examen, repitiendo
aoristos y declinaciones… Pero también,
qué añoranza siento ahora al recorrer los lomos
de libros que hoy no tengo obligación de leer…
—Si hoy ya no existe el profesor de griego
al que tanto quería, el de latín
que me aterrorizaba, si ambos son
hierba y sonido, igual que lenguas muertas…
Yo soy también vosotros, maestros: soy el hijo
que aprendió a vuestro lado la nostalgia
de la luz antigua, pero no a morir; el hijo
que hoy en Píndaro y Virgilio os recuerda.

 

*
El lector atento notará inmediatamente que, según el tema, la visión y la actitud, los cuatro poetas se agrupan de dos en dos, quedando, esencialmente, los cuatro, en armonía: Andrés Sánchez Robayna y Coriolano González Montañez, por un lado; Jaime Siles y Guillermo Eduardo Pilía, por el otro. Tomados dos a la vez, son correlativos y complementarios. Sin embargo, difieren dentro de la pareja, del mismo modo que las parejas difieren entre sí. Los poetas difieren, naturalmente, son individualidades fuertes, acentuadas, pero no destruyen su consonancia en el plano de una síntesis superior, como veremos. Los primeros son nocturnos, románticos. Son isleños (Tenerife). Tienen a su alrededor y hasta el límite de la vista y de la imaginación una inmensidad inestable (el océano), sobre la cual se dibuja un horizonte vago, volátil, indefinido. Los demás son diurnos, clásicos. Continentales (España, Argentina). Tienen a su alrededor una inmensidad estable (el continente), sobre cuyos relieves inamovibles reposa un horizonte perceptible y firme, aunque también éste siga siendo eternamente inalcanzable. Los primeros son principalmente acuáticos. Los demás son en su mayoría telúricos.
*
¿Pero qué une a los cuatro? Une su perspectiva incondicionalmente espiritual sobre la existencia. Todos ellos tienen como arquetipo la correlación vida-muerte/muerte-vida. Encontramos una simetría fascinante: Coriolano González Montañez y Andrés Sánchez Robayna dirigen su emoción, imaginación y pensamiento de la muerte a la vida. Jaime Siles y Guillermo Eduardo Pilía, por el contrario, vectorizan su energía lírica y reflexiva desde la vida hasta la muerte. Dentro de la primera diada, Coriolano González Montañez recurre al lenguaje directo de la muerte; Andrés Sánchez Robayna cultiva el código secreto de la muerte. En la otra diada, Guillermo Eduardo Pilía ama el lenguaje abierto del mundo (de la vida). Jaime Siles – su código secreto. Esta eflorescencia de simetrías directas e inversas es asombrosa. Estudiandola, sentimos como si estuviéramos flotando sobre un paisaje anímico, imaginativo y mental de abrumadora inmensidad.
No podría ser de otra manera: El territorio explorado por los cuatro poetas es el ser humano en busca del Ser.
En Las Elegías de Bad Hofgastein me atreví a proponer una definición del ser. A saber: „El ser es la síntesis impenetrable de la vida y la muerte”.
Ahora bien, esta definición, este estatus ontológico del ser, están magistralmente ilustrados por los cuatro poetas españoles. Cada uno de ellos y todos juntos debaten, con los medios de la creación lírico-reflexiva, la problemática del ser/ Ser. La vida y la muerte, en su vertiginosa indistinción, están presentes en cada uno de los poemas reproducidos y en las cuatro obras, incluidas, in nuce, en estos poemas. Entonces la preeminencia de la muerte en los dos primeros se une a la preeminencia de la vida en los otros dos. De modo que, en su conjunto, las cuatro creaciones encarnan exactamente la síntesis entre vida y muerte invocada en nuestra definición. Una vez fui un apasionado amante de las matemáticas, en particular de la geometría. Quedé cautivado por los misterios insospechados de esta reina de las ciencias. Ahora mi antigua pasión sugiere una analogía. Si nos imaginamos al Ser, en su perfección, a través de un círculo (posiblemente una esfera), entonces los cuatro poetas, tan similares como diferentes, se ubican en la cima de un cuadrado (o del cuadrado frontal de un cubo). La relación de su poesía con lo existente, con las cosas que son, es la propia cuadratura lírico-existencial del terrible círculo del Ser.
Y probé otra definición. He dicho que el valor de una obra de arte reside en la cantidad de ser/ Ser que esa obra contiene. ¡La cantidad de ser! Como en los poemas comentados en estas líneas.
Quod erat demonstrandum.
Estos cuatro gigantes son mis amigos. En poesía, en espíritu y verdad. Los amigos más cercanos y nobles que he tenido.
¡Mil gracias, caballeros!

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