MARIANA ANGHEL
LA POESÍA DE JAIME SILES O EL MUNDO PERFECTO DE LAS IDEAS PURAS
Recientemente ha aparecido un notable libro de poesía, Meránides el frigio/ Meránides frigianul, en edición bilingüe español-rumano. El autor del texto español es el célebre poeta y catedrático Jaime Siles. El traductor al rumano es Eugen Dorcescu, el talentoso y el erudito poeta de Timișoara. El volumen vio la luz, en excelentes condiciones, en la Editorial Eurostampa de Timișoara, 2023 y fue lanzado en la Escuela de Literatura Eugen Dorcescu – 80, el 29 de mayo de 2023.
¿Quién es Jaime Siles? En la Introducción titulada „Un titán” y firmada por el poeta Eugen Dorcescu, leemos: „gran personalidad renacentista, Jaime Siles (n. Valencia, 1951) es maestro, científico, poeta, ensayista, traductor, muy conocido y reconocido en el mundo académico en Europa y más allá de sus fronteras. Su poesía, de un extraordinario refinamiento de expresión, explora esas profundidades del Ser, donde la impermanencia y las dicotomías se extinguen y donde la esencia se revela al ego, es decir: la inefable e inquebrantable grandeza del Vacío” (sp. Nada, p. 5). A continuación, Eugen Dorcescu enumera los títulos académicos y los que componen la vasta obra del poeta Jaime Siles. Apuntamos, brevemente: es doctor en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca, profesor honorario y „profesor invitado” de varias universidades europeas en Salzburgo, Ginebra, Turín, La Laguna (Tenerife), Valencia. Jaime Siles también ha sido galardonado con numerosos premios internacionales de poesía y crítica literaria. Investigador multidisciplinar, Jaime Siles trabaja en varios campos: epigrafía prelatina, poesía clásica grecolatina, poesía y pintura española del Siglo de Oro, poesía contemporánea europea e hispanoamericana, traductor de teatro, poesía, prosa. Es autor de ensayos críticos en nada menos que nueve idiomas (griego clásico, latín, griego moderno, francés, italiano, catalán, portugués, inglés, alemán). La obra de su reinado es monumental: más de 36 libros originales, poemas (muchos de ellos ya traducidos a otros idiomas europeos), 14 libros de ensayos, 20 traducciones, más de 140 artículos científicos, prólogos y más de 1000 reseñas de libros.
De tal poeta, monumental a través de toda su obra y formación cultural, Eugen Dorcescu traduce 21 de sus poemas al rumano, en la edición princeps. Al leerlos, en el idioma original, no podemos dejar de reconocer el sabor latino y la musicalidad fluida de las lenguas romances. El poema que abre el volumen Meránides el frigio comunica – a través del título – con el mito del eterno retorno. El poeta parece responder a la eterna pregunta: ¿Qué es el hombre? Y leemos:
„Nada hay en mí, sino esos horizontes
que alguien dormido contempla desde un mar:
desde otro mar, que acaso ya no existe”. (Ritornello)
El hombre es, por tanto, esa criatura abismal en la que habitan infinitos horizontes y posibilidades. Con el poema Silencio/Tăcere volvemos a la quietud del Génesis, al „equilibrio de luz en el sosiego”. La traducción del texto español al rumano conserva la eufonía y cadencia de los versos de la versión original:
„Equilibrio de luz
en el sosiego.
Mínima tromba.
Ensoñación. Quietud”.
En este océano infinito de luz, un „primum movens” inunda el Universo con el milagro de la creación: una „minima tromba”. Y:
„Todo:
un espacio sin voz
hacia lo hondo oculto”. (Silencio)
Los poemas de Jaime Siles son abismales en la forma en que captan la relación entre el hombre y el universo creado; „lo hondo oculto” llama al hombre a conocerlo y descifrarlo. El mundo de los minerales, reflejado en el hombre, es a la vez un canto de armonía y un elogio del milagro de la existencia:
„Y si, pronto, tú, naturaleza,
entre pliegues de piedra me mirases
y no pudiera ser yo, sino tu música,
en los mismos instantes que dura una verdad…” (Naturaleza)
Las grandes verdades son inefables, indecibles: „una verdad que pasa por un cuerpo” y son un reflejo de lo divino: „abriéndole a los ojos todas sus superficies”. (Naturaleza)
El final del poema es una nota de himno: „qué transparencia en la quietud del fondo”. (Ibidem), recordando la doxología de los salmos bíblicos: „¡Cuán numerosas tus obras, Yahveh! Todas las has hecho con sabiduría, de tus criaturas está llena la tierra!” (Salmo 104/103, 24)
El poema Grafemas es un elogio de la línea, como infinidad de puntos, y de la escritura portadora de significados. Así, la línea -„dibujo sonoro”- precede al „tiempo de lo blanco”, siendo anterior a cualquier color en el horizonte visible. La línea, la escritura, no puede circunscribirse espacio-temporalmente:
„El espacio y el tiempo de la línea
son interiores al blanco de la página”.
Esta existencia latente de la obra antes que la forma expresa la singular visión del poeta sobre la condición del arte y la escritura, invocando la posibilidad de la inspiración. La escritura se convierte en un tejido, un „cuerpo textuado”. Para un especialista en filología clásica, la alusión al étimo – texture/textum – no es casual:
„Cuerpo textuado, la escritura
es un ritmo de espacios de color:
de blanco sobre negro,
de negro sobre blanco…”.
En este tejido de ritmos, espacios armónicos y alternancias cromáticas, hay multitud de posibilidades creativas:
„… en el espacio en blanco de la línea,
en el espacio en blanco de la página,
en el espacio en blanco del color”.
La realidad de la inspiración es confirmada por Jaime Siles como don divino, si recitamos este axioma poético:
„La escritura es un ritmo anterior a ese cuerpo,
interior a ese espacio”.
En otras palabras, a través de la escritura, el hombre deja huellas en la historia. Las posibilidades de escritura son infinitas, como son infinitas las reflexiones en el espectro de la luz:
„La escritura del negro sobre el blanco
sólo conoce un signo:
el invisible blanco
del color”. (Grafemas)
Las páginas que se escribirán contendrán mensajes ancestrales, „lejanas voces”, que transgredirán todos los reinos „con sonrisa mirífica y acuática” (Hacia la página). A través de la escritura, el poeta alaba el poder benéfico y catártico de la escritura, que libera voces interiores, portadoras de significados:
„Ácronas, créticas, crípticas, cromáticas
voces que conjurabais en la lengua
el lenguaje, el mundo, la palabra.
Voces sin signos, voces sin perfiles,
voces en el vivir visualizadas…” (Ibidem)
En este universo de realidades virtuales, con identidad visual, el poeta español busca recuperar ese dominio de la palabra creadora:
„… ponedme la pasión de poseeros
en el papel preciso de la página”. (Ibidem)
Un poema axiomático, codificado en su mismo discurso sobre la condición del arte, de la escritura, de los límites del lenguaje es Ipsa, sed altera; altera, sed ipsa. Identificamos un estribillo equivalente a través de la construcción sintáctica y el juego de opuestos en el poema Ambos tenemos el mismo maestro de Mihai Eminescu: „non idem est si duo dicunt idem”. Jaime Siles responde en términos especializados a una pregunta de teoría literaria:
„Todo discurso es circunferencia
del discurso, que siempre es referencia
a la lengua que ese discurso es”. (Ibidem)
El título del poema, compuesto por un juego de palabras en latín, nos advierte que nos adentramos en un universo semiótico pleno. Además de las distinciones del metalenguaje, el poema tiene su simetría. En este poema difícil, casi intraducible, reconocemos el virtuosismo del traductor Eugen Dorcescu al recibir y traducir el gran poema en rumano. La oración previamente anunciada sobre la definición de discurso está simétricamente balanceada por referencia a la referencia de ese discurso:
„De manera que toda referencia
al discurso será circunferencia
del discurso en que esa lengua es”. (Ibidem)
Jaime Siles es un poeta de los opuestos que se tocan cuando intenta definir en términos antinómicos lo increado, lo invisible:
„Se te puede buscar bajo un ciprés de espuma,
en los dedos del aire, metálico del sueño,
en un volcán de pájaros incendiados de nieve
o en las olas sin voz de los peces de plata”. (Daimon Atopon)
La preferencia por el oxímoron como recurso artístico es evidente: „… volcán de pájaros incendiados de nieve”, „Te he visto muchas veces arder en los cristales”, „Tu sombra me dio luz”, „… tu mirada quema, relámpago de hielo” (Ibidem). Como en un encantamiento arcaico, el poeta reconoce la omnipresencia del dios/demonio, que por su ubicuidad trasciende el tiempo y el espacio:
„Te ocultas en los ríos,
en las hojas de piedra,
en las lunas heladas.
Vives tras de las venas,
al borde de los dientes,
invisible en la sangre, desnuda, de la aurora”. (Ibidem)
Lo que sorprende es la osadía con la que el poeta Jaime Siles describe este saber apofático, por encima de la razón y los sentidos:
„Te he visto muchas veces arder en los cristales,
saltar en las pupilas,
consumirte en los ecos de un abismo innombrable”.
La contemplación de este abismo insondable trae luz. El lenguaje poético se acerca a la poesía mística en expresión y experiencia:
„Tu sombra me dio luz,
acarició mi frente,
se hizo cuerpo en mi boca.
Y tu mirada quema, relámpago de hielo,
humo en las cejas,
lava”. (Ibidem)
Con relación al dios inmutable, eterno, el hombre es fijado en su dualidad:
„Árbol de olvido, tú,
cuerpo incesante,
paloma suspendida sobre el vértigo”.
El poema Daimon Atopon recapitula toda una epopeya de creación y caída. En lo efímero del cuerpo, el poeta reconoce los signos de la eternidad:
„Hay una sal azul tras de tus cejas,
un mar de abierto fuego en tus mejillas
y un tic-tac indecible que me lleva
hasta un profundo dios hecho de espuma”.
Otro poema, grandioso en su construcción y en el diálogo alegórico que propone, es Hypnos y Thanatos, poema dedicado a Mario Hérnandez. El ser, el no ser, el pasar, la nada, el silencio y los recuerdos son objeto de reflexión. Thanatos plantea la hipótesis del gran paso por símbolos de gran fuerza artística:
„Por mí el silencio con sonido rompe
los latidos, los cráneos, las frentes
y en un agua de mármol los cuerpos se transforman
en permanencia vítrea y en tránsito”.
Por otro lado, Hypnos se relaciona con Thanatos a través del espejeo y lamenta su propia hipóstasis en lo paradójico e ilusorio:
„De la roca reviértenme los dardos
y contra mí, veloces, se eternizan.
Siento crecer de ti hasta mí las alas
que en movimiento duran
y en el tiempo.
Pero también existe otra presencia,
otro susurro lento y sigiloso.
Si fui de ti y contra mí me llevas,
contra ti y hacia mí, despacio yo
te traigo”.
El poema Meránides el frigio, un verdadero ars poetica, el que también dio título a este volumen de poemas, trae a la memoria de los lectores las efigies de la Antigüedad y sus gloriosos guerreros. El poema se abre, directamente, con la imagen del antiguo héroe, que contempla, „a la luz del mediodía”, una imagen estatuaria:
„Meránides el frigio
miraba el brillo de los caballos tracios
perlados por el metálico rocío de la sal”.
El anciano guerrero miró con admiración los caballos tracios, los contempló en su perfección heráldica, transfigurándolos:
„… Meránides el frigio los miraba
como si en ellos no hubiera ya nada animal.
Por un momento pensó que no eran animales
ni estatuas de bronce sino dioses
y sintió su galope y vio cómo sus cascos
golpeaban el suelo, y una nube de polvo
nublaba su visión”.
El héroe intuía, más allá de su imagen monumental, una fuerza que indicaba otra presencia inefable. Testigo de una revelación indescriptible, Meránides tiene „conocimiento instantáneo” (Eugen Dorcescu), como leemos:
„Supo que habían ascendido hacia el cielo
y que eran transparentes y azules como el aire,
y que nunca ya nadie los vería
como él, a la luz de aquel eterno mediodía,
fundidos en la luz y el aire para siempre, los vio”.
De poesía con resonancias históricas, Meránides el frigio pasa a ser un poema sapiencial. El héroe es testigo de una revelación dada por los dioses. por lo que se le muestra la superioridad de las experiencias noéticas:
„La vida está hecha de instantes
como el de Meránides el frigio,
en los que los dioses nos revelan,
más que la belleza, el carácter fugaz de su visión”.
El poema termina con una especie de epílogo, en el que se escucha la voz del poeta Jaime Siles, sus reflexiones sobre la realidad y sus significados. Cada recorte de la realidad esconde un símbolo dentro de sí mismo, y cada símbolo remite a otro significante del mundo de los valores espirituales:
„Saber que las imágenes existen
ocultas en los pliegues de las cosas
y que sus símbolos traducen,
unas veces, la luz y, otras, la oscuridad”.
Sin embargo, los símbolos son ambivalentes y sugieren „unas veces la luz y, otras, la oscuridad”. De ahí el pesar del poeta con respecto a nuestra limitación en el conocimiento:
„Y que nosotros vivimos siempre
del lado de la sombra y que lo que nos llega
son los restos, los flecos, los despojos…”
Las reminiscencias de esta revelación primordial son „lo único propio que poseemos”, dado por los dioses „en su olvido calmo”. El poema termina de forma oracional y gnómica, con un mensaje de continua apoteosis espiritual:
„Veamos, pues, las cosas
como vio sus caballos Meránides el frigio
y ascendamos como ellos: estatuas de bronce
fundidas para siempre en un aire sin tiempo
transparente y azul”.
A través de este muy valioso volumen de versos, el poeta Jaime Siles transita sintéticamente por todas las edades de la creación y de su propia vida. Amante de la palabra y de la poesía, el poeta quiere acceder a través de la creación poética a la vida plena, situada más allá de la realidad de este intervalo:
„Vivir al otro lado del poema…
Ver el destello de las aguas
de un río que discurre sin principio ni fin”. (Ángulos muertos)
La poesía, el mundo perfecto de las ideas puras, se percibe a través de todos los sentidos y más allá. El poema Ángulos muertos se muestra como un nuevo ars poetica, un metalenguaje sobre las funciones de la poesía. A juicio de Jaime Siles, „Vivir la vida del poema” significa, a su vez:
„resbalar por su voz,
por su respiración,
por su saliva.
Sentir la tinta
llegar a su raíz originaria,
escuchar el sonido de sus velas,
oler el perfume de su vegetación,
sumergirse en sus sones,
sus latidos, sus algas,
saber lo que pasó,
lo que no pudo ser,
lo que no ha sido”.
La poesía es, por tanto, conocimiento total. La palabra es una extensión en la historia del „idioma de Dios”. Para acceder a la verdadera poesía, el poeta debe recuperar la palabra, tal como fue, fuerte, desde el principio: libre de ídolos, de las duplicidades y vicisitudes de la historia, „libre de todo” (Ángulos muertos).
El ideal del poeta „en el continuo tránsito del yo” es la palabra completa, revelada, trasladada a la poesía:
„Vivir en el poema
el otro lado del poema”.
Y tambien:
„Vivir al otro lado del poema
y no en la realidad, que es su reflejo”.
Al final del volumen, el poema Biografía nos muestra a Jaime Siles reconciliado con lo efímero de un día, cualquier día, porque fue vivido ardientemente en la perspectiva de un sentido espiritualizado de su existencia:
„Mi ayer son algas de pasión,
luces de espuma.
Y una arena insaciable que devora
los cuerpos submarinos.
Un cielo blando donde beben
las palomas sin rumbo del estío”.
Jaime Siles se revela al lector rumano como un gran poeta, apasionado por las fuentes profundas de la poesía y la palabra, buscador incansable del misterio y de lo increado, anclado tanto en la historia como en el mundo milagroso de ideas espirituales que la trasciende, ávido de cultura greco-latina que devuelve al lector en diversas formas de expresión. A medida que recorremos los poemas de Jaime Siles, no podemos evitar de sorprendernos por la dificultad de su traducción. Las traducciones deben recuperar el significado original y dejar al lector libre para explorar otras interpretaciones. El gran mérito del traductor Eugen Dorcescu es que superó el primer obstáculo en el camino de una traducción, a saber, la recepción de los poemas en el idioma en que fueron escritos. Entonces, con su fina intuición de poeta, Eugen Dorcescu creó una traducción que no sólo es fiel, sino sobre todo poética, respetando el ritmo interior, la expresividad lírica, los elementos prosódicos de los versos originales. Con honestidad y plena comprensión, Eugen Dorcescu coloca los poemas de Jaime Siles junto a sus traducciones, precisamente para invitarnos a hacer este esfuerzo, de continua recreación y estilización. Saludamos con reverencia este logro literario del poeta y traductor de Timișoara Eugen Dorcescu, quien, con habilidad literaria y gracia poética, entrega a la literatura rumana, por primera vez, los poemas del ilustre poeta español contemporáneo Jaime Siles, en una traducción ejemplar, moderna, erudita,
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